Piedras de colores en el parque pisadas por pequeños pies, afortunadamente sordas, afortunadamente.
Gorriones que rebuscan en las piedras miguitas de pan que algún abuelo echó, y vuelan, afortunadamente vuelan.
Mientras el sol se oculta y se insinúa la luna el silencio se abre paso, afortunadamente, y estoy solo, afortunadamente.
Y ahora puedo escuchar las hojas caer sobre las piedras y como los insectos me amenazan mientras las sombras se alargan.
Soy afortunado por estar aquí un nuevo día, por sentir el frío del amanecer en mi rostro, por poder acariciar el rocío en este banco, soy afortunado, afortunadamente.
El aire ya no huele a perfume, solo a tierra mojada y la luz del sol calienta mi cara, afortunadamente.
Los pequeños pies volverán a pisar las piedras, pero yo ya no estaré, afortunadamente no estaré.